Me ladra, me provoca,
me invita a que la siga
y brinque boca abajo.
Con su rabo cortado,
describe en la pizarra
un invisible cuadro
que le dicta su amante
un viejo catalán,
que pinta como un niño.
Ella que no habla,
sólo juega y babea
salta de sol en sol
de sus brillantes cuadros.
Tras todo este cortejo
que repite a diario
mágica y triunfante
huyen despavoridas
todas las tristezas.
Y en su pelota grande
guarda mi soledad.
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