miércoles, 13 de octubre de 2010

ABRIL DE 1964

Alados son los compases de la caja que canta
mediterráneas melodías, alado este bolígrafo
garabateador de signos y memorias, de niño, perdido
entre olores y nostalgias, remiendos, hielo y bicicletas.

Antes había sido la tiza, blanquisucio reguero
de caracol, como de moco; Sevilla, naranjales floreciendo
en la calle del Aire, pasitos menudos, dedos nerviosos
agrandan el discreto boquete entre la pana. Los buses y
semáforos frente al cine Rialto. Pardiblanca la estatua
sentada y amorosa, esperando el latido asonante o el
involuntario pestañeo provinciano.

Así, poquito a poco, enderezando el paso entre la
muchedumbre y esquivando a los autos, siempre por la
derecha, Plazuela de la Alfalfa inconfundible por su
perpetuo guirigay de canarios, sellos, sombreros,
cacahuetes y charcos.

El globo amarillo sobrevuela espadañas y Archivos
de Indias, otea los miradores hasta caer lentamente al río,
mas no llegará a Salmedina, subirá en el recodo hasta
La Pañoleta y desde allí a Coca, y de coca a coca,
Castilleja. Este reloj de arena está tocando fondo,
próxima la vuelta a la rutina, hay que ver si colará
esta vez lo de la familia numerosa para el billete.

¡Oh, loco mundo! ¿Permitirse cuestionar si empleábamos
bien los cinco duros de papel?


Del libro Cálidoscopio
Antología Generacional
Colección El Ermitaño II, 1993

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