A veces, al atardecer
me escurro
inapreciablemente.
Se inclinan las palmeras
cómplices
si brota la lágrima.
Siluetas del castillo
y catedral parodian
recortables al sol.
Rudos adoquines
admiten la decadencia
los baches mecen
la esperanza.
Gaviotas y gorriones
señorean el balneario.
Los pícaros viejos ficus
-inmóviles-
ridiculizan al paseante.
OoooOoooOoooO
La marea está baja
el baluarte se percata,
y una luz muy morada
envuelve a la ciudad.
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