jueves, 14 de octubre de 2010

CÁDIZ -II-

A veces, al atardecer
me escurro
inapreciablemente.

Se inclinan las palmeras
cómplices
si brota la lágrima.

Siluetas del castillo
y catedral parodian
recortables al sol.

Rudos adoquines
admiten la decadencia
los baches mecen
la esperanza.

Gaviotas y gorriones
señorean el balneario.
Los pícaros viejos ficus
-inmóviles-
ridiculizan al paseante.

OoooOoooOoooO

La marea está baja
el baluarte se percata,
y una luz muy morada
envuelve a la ciudad.

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