domingo, 31 de diciembre de 2023

 ¡JUSTICIA, JUSTICIA!

-Por fin he terminado de juzgar a la panda de mataos que me han asignado los joputas de Roma, no podían haberme destinado a Hispalis o Gades, sobre todo a la Gadiria que me han dicho tienen un garum estupendo, e hidromiel del bueno, pues nada aquí estoy que si uno de Cafarnaún que protesta porque su primo no reza al gran padre Abraham, otra que denuncia a su vecina porque tiende las túnicas manchada de la regla. Vamos que estoy hasta los mismísimos, me voy de finde y que les den por donde amargan los pimientos, -dijo el Gran Caifás, se arregló la túnica y bebió vino del odre más fresquito.
En aquel momento el secretario judicial le interrumpió para informar que aguardaba uno muy cabreado que exigía justicia.
-¡Otro! ¿Qué tripa se le ha roto, qué quiere?
-Se trata de Enmanuel de Nazareth y dice que no aguanta más porque le han inventado una vida llena de mentiras, que su Señoría le atiende o produce un levantamiento popular, vamos una asonada en toda regla. Me permito recordarle que le conviene atenderlo porque tiene muchos seguidores y estamos en año electoral, usted se juega mucho… ¿le digo que compenetre?
-¿Compenetrar qué es?
-Penetrar una vez que se está dentro.
-Pero que sea una vista cortita que ya no puedo más.
-Vale señoría. Tú, Enmanuel, pasa y tienes diez minutos que el Gran Caifás es magnánimo contigo.
-Dime por qué quieres mi justicia conocida en todo el orbe.
-Mentiras, todo mentiras señoría, ya no puedo más.
-Explícate.
-Mire, resulta que yo era aprendiz en la carpintería de mi padre José y me fue enseñando el oficio, hasta ahí todo bien aunque al poco tiempo le ocurrió algo y desapareció y me encontré el taller solo, me tuve que hacer autónomo y cumplir con los encargos, estábamos especializados en camas, mesitas de noches, mesas, sillas, aparadores y arcones así que como nos la compraban seguí la fabricación.
Un día llegó una señora de Gaza y dijo que el aparador era maravilloso, un milagro. Yo le dije que no era para tanto, pero ella se fue hablando en el mercado que yo hacía milagros y me pusieron de mote Enmanuel de los Milagros, al principio me pareció simpático. En otra ocasión mi primo Juanito el Bautista, me invitó a una romería en un cerro y lo pasamos muy bien hasta que llegó la hora de comer, entonces me dijo que la gente tenía hambre, le contesté que era la hora de que sacaran los fiambres y se me quedó mirando muy serio esperando que yo hiciera algo. Estaba tan serio que acerté ver pasar a un carro que llevaba pescado para la lonja y a un viejecito con pan en su mula y lo compré para repartirlo. ¡Qué error más grande! Todos decían milagro, milagro, milagro. No había nada sorprendente, tenían hambre y como soy soltero de mi ahorros lo pagué, pero lo peor es lo que me ha pasado con una muchacha muy guapa, pero pobre que tuvo que prostituirse, me enteré y cuando terminé en el taller de carpintería, le pregunté por su vida y me contó su gran tragedia. Me apiadé de ella, la abracé, la ayudé a lavarse en el arroyo y le sequé su pelo, le pregunté si quería dejar aquel oficio indigno para venirse a casa y ayudar a mi madre que estaba baldada de tanto lavar ropa y planchar. Cuando la gente se enteró dijo milagro otra vez.
-Muy interesante, dijo Caifás.
-Estoy aquí porque ahora unos seguidores del espacio-tiempo de Einstein han dicho que soy divino y quieren que camine sobre las aguas y ya eso señoría no se puede tolerar, usted tiene que hacer algo porque manda mucho y yo me quedo en mi taller con mis mesas y la tarea de carpintero.
-Déjame pensarlo. Tras unos minutos se dirigió a Enmanuel de Nazareth para decirle: -Desde ahora te nombro Papa de los judíos y te dedicarás a hacer milagros.
-¡Pero si yo no hacer milagros, soy carpintero autónomo!
-No te preocupes porque voy a inventar también al Vaticano, y dicho esto se subió a las andas llevadas por cuatro esclavos nubios y no hemos sabido nada más de él.
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