martes, 8 de diciembre de 2020

MI PRIMO HERMANO JESÚS



En casa se comentaba de un primo mío que tenía mi mismo nombre, hablaba en arameo y nació en Nazareth. Con 33 años no se le conocía novia alguna ni nunca se le había visto con chavalas, a excepción de una que al entrar en Jerusalem -nosotros somos judíos-, se le arrodilló y se empeñó en lavarle los pies y secárselo con sus cabellos. Nos extrañó, pero asintió. En el barrio se supo enseguida.
-Mi tía, que era muy buena decía: tiene sus cosas, pero es tan bueno
Un día se le ocurrió darse un paseo por el lago Tiberíades, le pidió prestado un catalejo al carabinero que estaba de guardia, comprobando que una banda de mataos trataba de pescar y estaban liados en la embarcación con las redes y no pescaban nada. Comprobó que salía otra embarcación y le pidió el favor que se acercaran al bote de los que estaban desesperados por no pescar, que vinieran a verlo. El patrón lo hizo y a remos en un par de minutos se acercaron a él.
-Usted dirá maestro. Que es el tratamiento que los judíos nos damos cuando no nos conocemos.
-Os estaba viendo con el catalejo del cabo de carabineros y no os aclaráis, que si le ponéis mucho peso, que si los bollarines se hunden, que se debe remar más rápido, más lento. Vosotros así no os coméis un pimiento. No es por nada, pero sois la vergüenza del lago, el resto de los pescadores se parten de risa, no tenéis puñetera idea. Pedro - aprovechando estar en tierra andaba buscando una piedra donde más tarde alguien escribiría "Pedro tú eres piedra y sobre..."- lo oyó y contestó.
-Pues tiene razón, no estamos haciendo la picha un lío, no sabemos pescar y pasamos calamidades porque no comemos.
Mi primo, al oír a Pedro les dijo que si le hacían caso aseguraba que pescarían. Todos asintieron inmediatamente. -Bajad el aparejo del bote, lo extendemos, comprobamos los cabos, los pesos, los boyarines y las puertas. Los cabos los atamos en las puertas, que Pedro se quede en tierra y nosotros remamos en el bote y la vamos calando dando una vueltecita y luego otra vez para tierra.
-¿Pero qué clase de pesca en ésa maestro?
-Una que yo conozco muy bien, la que no funciona es la vuestra que caláis el aparejo en la orilla.
-Pues es verdad, por eso no pescamos.
-Su madre, mi tía María siempre decía que tenía sus cosas, pero era muy bueno.
Otro día le dio por entrar en el templo, se cabreó, le quitó el látigo a un carretero y se volvió loco dando latigazos a los comerciantes y tirándoles a patadas los tenderetes. Menos mal que yo andaba por allí, dije que era bipolar y nadie lo denunció.
La tata María seguía diciendo que tenía sus cosas, pero era muy bueno.
En otra ocasión se fijó en un cojo y le dijo: -¡Levántate y anda! El pobre hombre se quedó perplejo y contestó. -Si estoy cojo maestro, si me levanto me caigo. -Eso no es problema, dijo mi primo. -Aquí tengo una sillita de ruedas que está casi nueva. Y desde entones el cojo es más feliz que una perdiz.
Una de sus anécdotas más famosas fue consecuencia que tenía que atravesar el lago y lo iban siguiendo sus camaradas, miraba para un lado, para otro, al sol, al agua, se orientaba hasta que decidió entrar en el lago y cuidadosamente seguía avanzando sin mojarse. Mientras tanto los colegas llorando le decían: -Jesús, Jesús que nos estamos ahogando. Mi primo se volvió y los vio con el agua al cuello contestó. Si es lo que yo digo, sois unos mataos, a quien se le ocurre tirarse al agua, id buscando las piedras como yo. ¡Vaya tropa, vaya tropa me he buscado para inventar una religión!
Andando el tiempo nos invitaron a una boda a toda la familia, pero mi primo, como era muy raro no quiso ir. La tata María lo llamó por un propio y él accedió. Nos sirvieron un vino malísimo, horroroso, así que la tata le dijo a mi primo: -¿No te da pena? Él callaba. -¿Pero no te da pena del vino que están sirviendo en la boda? Es que no tienen dinero, son pobres, haz algo. Preguntó en la cocina si tenían disponibles unas tinajas y que las lavasen muy bien. Lo hicieron, se ocultó, sacó su teléfono y llamó a Sanlúcar para que le sirvieran Manzanilla "La E", vinieron en un camióncito Sava, las llenaron y todos contentos. La factura debo reconocer que nunca la pagó y todavía está dando vueltas por ahí al cobro.
La tata María que lo quería mucho dijo que había que comprenderlo, que era muy bueno aunque tenía sus cosas.
Vino una muchedumbre hambrienta a pedirle de comer, los mandó al monte Gólgota y que esperasen allí, llamó otra vez por teléfono a la lonja del Puerto y a la panadería Suprema Pastora y tuvieron panes y peces para todos. Tenían tanta hambre que se los estaban comiendo crudos. Ordenó: -No, así no, eso lo hacen los japoneses que son muy brutos. Preparad unas fogatas y los vamos asando, mientras tanto, llegará un vecino que tiene una frutería y nos traerá tomates, cebollas, pimiento y chorreóncito de aceite del monte de los olivos. Y desde aquel momento lo santificaron.
Jugaba mucho con los niños, decía que eran ángeles y que sólo ellos podrían salvar al mundo de la injusticia y de la maldad. Es famosa una frase suya: -Dejad que los niños se acerquen a mí. Menos mal que no le cogió este tiempo, porque hay mucho malpensado.
El final de mi pobre primo ya lo conocéis, terminó muy malamente, pero al menos durante toda su vida hizo lo que dio la gana.
ooooo000oooooo

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