El río Guadalquivir
suspiraba una mañana
por tener que decidir
entre Sanlûcar y Doñana.
Allá nací, allá en Cazorla,
por Córdoba descendí
y en Sevilla me miré
dibujado en una orla.
Limonares, naranjales,
marismas y arrozales
jugueteando con la orilla.
Sírverme otra manzanilla
y de repente, Doñana.
De par en par las ventanas
la Alameda en Barrameda
y el verdor de los pinares
destilan sal a los mares.
¿Dónde morir, dónde,
dónde?
¿Dónde ya muerto
quedarme?
El lugar poco interesa
si te acercas, 
            si me abrazas,
                        si me besas.